En la noche del miércoles, Brasilia fue escenario de un ataque explosivo que alarmó a las autoridades brasileñas y puso en máxima alerta la seguridad de la capital en vísperas de la cumbre del G-20. El atacante, identificado como Francisco Wanderley Luiz, de 59 años y conocido simpatizante del expresidente Jair Bolsonaro, murió en el acto tras autodetonarse frente al Tribunal Supremo. Este ataque ha sido catalogado como un acto de terrorismo doméstico y un reflejo de la creciente radicalización de ciertos sectores bolsonaristas.
El ataque en la Plaza de los Tres Poderes
La secuencia de eventos comenzó cuando Wanderley detonó un artefacto explosivo en su vehículo, estacionado cerca de la Plaza de los Tres Poderes, donde se encuentran el palacio presidencial, el Congreso y el Tribunal Supremo. Minutos después, las cámaras de seguridad captaron al agresor lanzando un explosivo hacia la estatua de la Justicia, un ícono del Tribunal Supremo, aunque el dispositivo no explotó. Ante la llegada de la policía, el hombre intentó retroceder y activó varios artefactos más, uno de los cuales detonó, aunque sin causar daños significativos ni heridos.
Finalmente, Wanderley encendió un último explosivo, se tumbó en el suelo y, en una escena descrita como “de película” por un testigo, utilizó el dispositivo como una almohada antes de autodetonarse, falleciendo en el lugar. La Policía Federal confirmó que Wanderley actuó en solitario, aunque los investigadores han establecido que tenía vínculos ideológicos con el bolsonarismo, lo que ha puesto en debate los riesgos de la radicalización política en el país.
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Un simpatizante del bolsonarismo y sus motivaciones
Francisco Wanderley Luiz no era un desconocido en los círculos bolsonaristas. Cerrajero y candidato a concejal en las elecciones municipales de 2020 por el Partido Liberal, formación que acoge al expresidente Bolsonaro, Wanderley era un usuario activo en redes sociales, donde difundía teorías conspirativas y mensajes de odio contra el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y el Tribunal Supremo.
Su perfil de Facebook, bloqueado tras el ataque, contenía un mensaje inquietante previo al atentado: “¿Vamos a jugar??? Policía Federal tienes 72 horas para desactivar la bomba en la casa de los comunistas de mierda”.
Las autoridades hallaron más explosivos caseros en la vivienda que Wanderley había alquilado en Brasilia, donde también dejó un mensaje escrito en un espejo dirigido a Débora Rodrigues, una bolsonarista procesada por el intento de golpe de Estado de 2023. Este mensaje, cargado de violencia simbólica, evidenció su desprecio hacia el Tribunal Supremo y su simpatía por figuras asociadas con el intento fallido de impedir la toma de posesión de Lula.
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La preocupación por la radicalización y el contexto político
Este ataque se da en un contexto delicado para el gobierno de Lula da Silva. La cumbre del G-20 está a días de celebrarse en Río de Janeiro y contará con la asistencia de líderes mundiales, incluido el presidente chino Xi Jinping. La coincidencia con la reciente victoria de Donald Trump en Estados Unidos, que algunos sectores de ultraderecha brasileña interpretan como un respaldo a sus ideales, ha reavivado el movimiento bolsonarista, el cual ha centrado su ira en instituciones como el Tribunal Supremo y, en especial, en el juez Alexandre de Moraes.
El juez Moraes ha sido un crítico férreo de Bolsonaro y sus seguidores, y lidera investigaciones contra los responsables de los actos golpistas del 8 de enero de 2023, cuando multitudes bolsonaristas asaltaron el Congreso, el Palacio Presidencial y el Tribunal Supremo en un intento de subvertir el orden democrático. En respuesta al atentado, Moraes enfatizó la importancia de combatir la impunidad de actos violentos, advirtiendo que los ataques a la corte “han aumentado camuflados como libertad de expresión”.
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Lula y Bolsonaro reaccionan ante la amenaza
Mientras las autoridades intentan esclarecer si Wanderley tuvo algún vínculo directo con los actos del 8 de enero, el presidente Lula ha reafirmado su compromiso de proteger las instituciones democráticas. Aunque su residencia en Brasilia se encuentra a unos pocos kilómetros del lugar del atentado, Lula no alteró su agenda, recibiendo a embajadores y viajando posteriormente a Río para ultimar detalles de la cumbre del G-20.
Por su parte, Jair Bolsonaro, inhabilitado para ejercer cargos públicos hasta 2030, se pronunció en redes sociales para rechazar el ataque. Bolsonaro instó a sus seguidores a “reflexionar” y abogó por un clima pacífico para el intercambio de ideas, aludiendo a que el atentado fue un “hecho aislado” causado por “perturbaciones de la salud mental”.
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