El papa emérito Benedicto XVI, fallecido este sábado a los 95 años, fue un teólogo ultraconservador que acabó renunciando en 2013 a su breve pontificado de ocho años en una Iglesia empañada por escándalos e intrigas. Joseph Ratzinger, primer papa alemán de la era moderna, sustituyó en 2005 al carismático Juan Pablo II, de quien había sido su mano derecha durante un cuarto de siglo como jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio de la Inquisición. En contexto: Falleció a los 95 años el papa emérito Benedicto XVI A inicios de los años 60, fue consejero en las labores del Concilio Vaticano II (1962-1965), que modernizó y renovó la Iglesia. Pero pronto se alineó con los sectores conservadores de la Curia y encabezó con vigor la lucha contra la "Teología de la Liberación" en América Latina. Ya en el trono de Pedro, lanzó una ofensiva mundial contra el aborto, la eutanasia y la legalización de las uniones homosexuales. Y no se cansó de denunciar las tentaciones del mundo moderno. "El relativismo (...) hace de la experiencia algo de fundamental importancia", pero las experiencias sin discriminación de lo bueno y lo malo llevan a "la confusión intelectual, la disminución de los estándares y la pérdida del respeto propio", afirmó en 2008, durante la Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) en Australia.
Benedicto XVI y los escándalos de pedofilia
Cuando la Iglesia enfrentó un aluvión de denuncias de abusos sexuales de religiosos católicos contra menores en numerosos países, tomó la decisión de pedir perdón, preconizó la "tolerancia cero" y se reunió con las víctimas. En 2012, se vio confrontado al escándalo del 'Vatileaks', como se conoce a la revelación de documentos confidenciales que pusieron de manifiesto las intrigas y divisiones en la Curia. El 28 de febrero de 2013, Benedicto XVI anunció su renuncia, la primera de un papa en seis siglos, dirigiéndose en latín a una platea de desconcertados cardenales. Según la prensa italiana, un informe secreto de tres cardenales escogidos por el papa "enfermo y sin fuerzas" para investigar las filtraciones terminó por convencerlo de que se necesitaba a alguien más joven, fuerte y enérgico para hacer limpieza en la milenaria institución. El propio Ratzinger alegó "falta de fuerzas" y se refirió en sus últimos mensajes a las "aguas agitadas" en las que tuvo que mantener el timón de una congregación religiosa de 1.200 millones de fieles. Pero también se dijo convencido de que Dios nunca permitiría que la barca de la Iglesia "se hunda".![](https://rtvc-informativo.s3.amazonaws.com/assets/public/migrados/BenedictoXVI1.jpg)