Pablo César Guevara
Jefe de emisión de RTVC Noticias.
Llegar hasta "El patrón" fue una odisea que tomó cerca de día y medio. Todo comenzó tras una entrevista, meses antes, a uno de sus lugartenientes en un centro de reclusión en tiempos en que las fronteras entre las fuerzas oscuras "de seguridad" y los narcotraficantes se iban diluyendo a la velocidad que se consume "la mercancía' que ellos venden en las calles.
Fue la época en la que comenzaron a hacer confesiones que dejaban sin máscara a sus jefes, patrocinadores y compinches. Por eso todos los teléfonos estaban "chuzados"; por confirmación o por sospecha. Para llegar a ellos siempre había claves o rodeos que había que cumplir sin poderse saltar un solo paso.
Para ese encuentro fue necesario surcar montañas y caminos escarpados en camionetas último modelo con escotillas y ventanas que permanecían abiertas todo el tiempo, "por si las moscas".
Los conductores hábiles y experimentados en baches, trochas y desniveles mostraban su pericia llevando a sus pasajeros como si fueran pegados a la turbina de un avión de guerra.
En medio de un calor que asfixiaba, los altoparlantes de la narcocamioneta explotaban con lamentos y lloriqueos de historias de hombres y mujeres con el corazón roto por una traición.
- ¿Le molesta el volumen, amigo? - me preguntó el conductor.
- Para nada. Hace parte del viaje - le respondí.
Después de pasar por tres anillos de seguridad atiborrados de jóvenes sin oportunidades y sin futuro, armados hasta los dientes, por fin llegamos al destino.
La finca de El Patrón era una fortaleza de una belleza rechinante, disfrazada de paraíso. La última barrera antes de llegar a su estancia era un portón negro de hierro reforzado, con insignias doradas, que daba paso a carretera escoltada por árboles frondosos y cámaras de seguridad ocultas.
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La mansión, de estilo colonial, tenía muros gruesos de piedra y balcones con barandas talladas a mano. El techo de tejas rojas brillaba bajo el radiante sol, y un inmenso jardín, con orquídeas y fuentes de agua daba la impresión de un edén ostentoso e interminable.
Detrás de la casa, había una piscina que parecía desbordarse sobre el valle. Más allá, un helipuerto y un establo con caballos de raza, completaban el panorama. Caminado sobre el césped se sentía por momentos un ruido y una vibración metálica de entradas que no se sabe a dónde conducían.
Al cruzar la puerta blindada y maciza de la casa, la sala de estar golpeaba el rostro con un aire opulento y estridente.
- ¡El Patrón ya viene! - me dijo un hombre de rostro curtido y mirada de pocos amigos - ¡Espérelo aquí¡
En ese lugar unos sillones de cuero negro rodeaban una mesa con bordes dorados.
Un candelabro de cristal colgaba del techo, reflejando la luz sobre las vitrinas llenas de relojes importados de todo el mundo y armas antiguas. Una torre de sonido de última generación y un televisor de pantalla gigante, daban paso en las paredes a cuadros de caballos pura sangre y a una urna que encerraba a un gran crucifijo dorado.
Mientras con irrefrenable curiosidad me acerqué a mirar al "señor de la abundancia", una voz estentórea y rasposa espetó a mis espaldas.
- ¡Es de oro puro! -.
Entendí en ese momento que este era el primer acto de la puesta en escena con la que El Patrón recibía a sus invitados.
- Ahí está el trabajo de todos mineros de esta región - me dijo.
‐ ¿Minería ilegal? - le pregunté
- Pues solo hay problema mientras lo sacamos, por todos los inconvenientes que pone el Ejército y la Policía. Ya para venderlo o exportarlo no hay ningún lio.
A continuación me estrechó la mano y me dio la bienvenida.
- Mucho gusto. Ahí le leo lo que escribe en la prensa, pero que bueno que haya venido hasta acá para conocerlo.
Y me invito a acercarme a una mesa apilada de periódicos y revistas. Me señaló varios artículos que yo había escrito e hizo comentarios generales o puntuales sobre información y datos que podría haber incluido en la publicación.
Luego tomó una revista de variedades, caminó unos pasos y abrió a una puerta de madera que daba paso a un bar con una estantería de cristal atiborrada de botellas de whisky 50 años, vinos italianos, franceses y españoles, vodkas traídos desde Rusia y otros licores de alta denominación.
– ¿Qué se toma periodista? -.
Hasta ese día, el ofrecimiento de licor a tempranas horas de la mañana solo me había ocurrido en oficinas de prestigiosos abogados en Bogotá.
- Paso, gracias - le respondí y le acepté una botella con agua.
El Patrón abrió la revista que llevaba en la mano y se concentró en una entrevista de una mujer escultural, en la que ella contaba como se había convertido en una reconocida empresaria tras comenzar con un pequeño emprendimiento que había sido milagrosamente exitoso y le había permitido multiplicar sustancialmente sus ingresos.
- Ese vestido se lo regalé yo, porque me dijo que quería lucir despampanante ese día. Ella fue a Francia y se lo hicieron a medida - dijo con orgullo y engreimiento.
Y en ese momento me invito a hacer un recorrido por la propiedad. Al frente de la casa nos esperaban varias cuatrimotos para llevarnos a las caballerizas donde me mostraría varios de sus ejemplares que habían ganado varios campeonatos en Colombia.
La primera parada fue en la piscina. Allí aprovechó para recordar una vieja leyenda del hampa que contaba que Pablo Escobar llenaba sus piletas con botellas de champaña traídas de Francia para el disfrute de sus contertulios. Pero con los escrúpulos propios de Tony Soprano, el personaje de ficción de la mafia de la famosa serie televisiva, para este patrón meter a tanta gente en una piscina llena de champaña le parecía antihigiénico.
- Qué asco toda esa gente chapaleando y tomándose ese muladar ¿cierto? - dijo con sorna.
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Como él no se podía quedar atrás y para solucionar la repulsión y la insania que le producía la pileta llena de champaña, fue un paso más allá e hizo algo diferente. Construyó una cascada artificial donde sus invitados podían bañarse e ingerir la bebida, sin necesidad de "contaminarse" sumergiéndose en la piscina.
- ¿Y tiene la cascada en esta finca? - le pregunté con tono inocente.
- Noooo. Esa está en otro lado - . Y no dio más detalles
Pero agregó otro dato para alimentar su ego y su vanidad:
- Ni se imagina las modelos y presentadoras que han pasado por esa cascada -.
Como en el mundo de la construcción de edificios suntuosos y de grandes alturas, en la mafia siempre hay una competencia por superar la extravagancia de los relatos de sus colegas de andanzas.
Con el riesgo latente de caer presos o muertos y perder todo lo conseguido, lo material y suntuoso, esas son sus medallas y condecoraciones más distinguidas. En el mundo de la mafia las historias rimbombantes y excesivas, tienen que hacer más ruido que las metralletas. Y contar esos recuerdos es lo que más los entretiene y divierte cuando están tras las rejas.
- Además le puedo decir otra cosa: ¿A qué no se imagina qué político estuvo tomando whisky en esa cascada? - me inquirió.
Le hice una lista de líderes que habían caído en desgracia con la esperanza de acertar. Ningún nombre lo hizo parpadear.
- Del que hablo nunca ha estado preso. Lo que es cierto es que la primera vez que vino, y ya entrado en confianza, fue pidiendo perico y yo para no embalarme, no tenía en la finca cuando venía gente como él. Y llega y me dice el tipo: 'en casa de herrero, asadón de palo'. Y tan godito que salía en televisión. Y me tocó mandarle traer -.
Y en ese momento El Patrón me confesó que para las siguientes visitas el político le pidió lo complaciera con menores de edad.
- Le gustaban las niñitas de 13 o 14 años o menores. Y siempre que iba a venir nos decía que le tuviéramos dos o tres -.
Concluyó recordándome que a los "padres de la patria" hay tenerlos en el bolsillo porque no solo contribuyen con decisiones que los favorecen, sino que los pueden alertar cuando se hacen muy visibles o cuando la ley comienza a seguirles los pasos.
La siguiente estación fueron las caballerizas que también son un símbolo de poder entre los narcotraficantes.
En las pesebreras construidas con madera importada de Canadá, cada tablón había sido pulido a la perfección. En cada puerta había un herraje dorado y los nombres de los cerca de 20 ejemplares, que pernoctaban allí, habían sido grabados en placas de mármol negro.
Pero entre todos destacaba uno que era el predilecto de El Patrón: el famoso "Galante de Sajonía" que
Recientemente había ganado en la categoría de 60 a 78 meses en un concurso de paso fino.
Era un ejemplar de color castaño reluciente con crines largas y sueltas, ancas redondeadas y patas finas y firmes. Del suelo a la cruz medía 1,40.
Impresionado por la belleza y costo del equino le indagué:
- Y ustedes aparte de caballos ¿en qué otros negocios invierten? -.
- Ganadería y tierras, creo que eso no es secreto para nadie. Esta hacienda tiene más de 500 hectáreas.
Y a continuación, con un ejemplo, me describió otro de los negocios en los que estaba metido y que le servía para legalizar sus ingresos.
- Una de mis amiguitas puso una boutique y allá vende mucha ropa de grandes marcas. Allá se visten muchas de las damas de alta sociedad de las grandes ciudades. Todo eso es importado y entra por los puertos sin problema - me contó.
- ¿Y los manifiestos de aduana de esas mercancías? - le repliqué.
- Todo se consigue mijo. Luego esa plata de las ventas se consigna en los bancos y seguimos invirtiendo en otros negocios -.
Otro de los "business" en los que había incursionado hace algunos años era en la industria de la música. Recordaba haber apoyado a un artista que luego llegó a encabezar la lista de reproducciones en varias plataformas musicales.
- A ese muchacho yo lo apoyé cuando empezó. Le conseguí promotor, le puse la publicidad y le ayudaba con plata para montar eventos en colegios y universidades -.
Y como la culebra que se muerde la cola y continúa retroalimentándose infinitamente, las letras del artista hablaban de drogas, de rumba descontrolada y de consumo suntuario de marcas y productos que "su padrino" ingresaba al país de manera legal o ilegal según lo requirieran las circunstancias.
Una estrofa de las letras de sus canciones decía:
"Desde que cae la noche la calle despierta.
Luces y humo, la vibra está perfecta
El ritmo retumba, mi mente se eleva.
Con mota en mano, la adrenalina me lleva".
- ¿Y que pasó con el fútbol? - le consulté.
- Ahí todavía estamos, pero ya no como antes. Con el fútbol ha pasado como con otros negocios como la construcción. Nosotros los hicimos crecer y luego poco a poco nos fueron sacando los grandes capitales. Así pasará más adelante con otras de nuestras inversiones. Hemos sido capital semilla de muchos negocios en este país y luego otros se los quedan - dijo lacónicamente.
Y después, sin muchos detalles me dijo que el último negocio en el que había incursionado era el de clubes que no aparecían en ningún mapa, ni en ninguna publicidad, a los que concurrían todos los poderes y actores del panorama nacional a disfrutar de los placeres que él se encarga de satisfacer a través de todo su "portafolio" de inversiones.
¿Y ustedes no invierten en agricultura? - le pregunté.
- Periodista eso no da plata. Es más barato traer comida de afuera gracias a nuestros gobiernos.
Para cerrar el capítulo de las caballerizas se me ocurrió hacerle otra pregunta:
- ¿Por qué todos los mafiosos empiezan sus carreras delictivas con la violencia de Pablo Escobar pero terminan como los Rodríguez Orejuela, más cercanos al poder y al establecimiento? - .
- Ojalá Pablo Escobar o los Rodríguez hubieran tenido la visión que tuvieron otros que se quedaron con todos los negocios legalmente - me respondió con amargura.
- ¿Por ejemplo? - le pregunté.
- Cuando la gente habla de las grandes mafias del pasado se refieren a Medellín y Cali. Lo cierto es que en otra ciudad fue donde los sueños de todos nosotros se hicieron realidad: poder político, poder económico, medios de comunicación, clubes deportivos... en fin -.
- ¿Cuál?
- Averigúelo periodista. Lo único que le digo es que allá todo está legalizado. Y no es Bogotá.
Durante el almuerzo al aire libre sobre una mesa larga y robusta de roble macizo, que se extendió por más tres horas, me contó muchas historias de personajes de la vida nacional a los que conocía o había beneficiado de alguna manera. Antes de terminar le hice una pregunta que me generaba mucha curiosidad.
- ¿Y usted por qué duró tan campante y sin que nadie lo persiguiera durante tanto tiempo sin ningún proceso en contra? -.
- Eso tampoco es secreto. Aquí hay que untarle la mano a todo el mundo. Pero la verdad, verdad, es que el que me ayudó a solucionar mis problemas berracos fue un magistrado que conocían como el "Doctor Berlusconi" en los tribunales. Pero nada dura para siempre amigo -.
Después de describrirme al jurisconsulto y sus andanzas, me dio la mano, me acompañó al parqueadero y me hizo una pregunta que según él era el motivo por el que me había invitado a su finca.
- ¿Se anima a escribir mi libro?
- ¿Y qué tal que usted se arrepienta de algo de lo que va a contar? Hay mucha gente de la que usted sabe y eso puede ser riesgoso... - le respondí.
- Jejeje. Qué pereza con ustedes los periodistas. Como siempre calumniando a la gente. Nosotros no somos así. Qué mi Dios me lo bendiga y lo libre de todo mal y peligro - concluyó El Patrón.