Planta de marihuana

#Opinión | Legalización: el veneno está en la dosis

Foto: Foto: Norberto Duarte / AFP
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El Gobierno insiste la legalización del uso recreativo de la marihuana en Colombia y levantar, en el mundo, la veda a la hoja de coca para usos diferentes a la producción de cocaína. En gracia de la discusión, lo que queda claro es que la prohibición produce más muertos que el consumo.

Por: Pablo César Guevara

Jefe de emisión de RTVC Noticias

Pablo César Guevara

 

Frente al debate sobre la legalización del consumo recreativo, hay que recordar que los primeros vestigios del uso de semillas de cannabis por parte de los humanos se han encontrado en hallazgos arqueológicos que datan del año 8.100 a. C. en Asia. Y recientes investigaciones dan cuenta de que las sociedades que habitaban el actual territorio del Perú masticaban hoja de coca hace 8.000 años. En Europa se han hallado semillas de amapola sepultadas con una datación cercana al año 5.700 a.C.

 

 

En Mesopotamia, donde se construyeron las primeras ciudades en el 3.500 a.C., la cerveza era muy popular y se consumía en rituales, celebraciones y se usaba como moneda de pago. 

En el consumo temprano de este tipo de plantas o sus derivados, el etnobotánico norteamericano Terence McKenna insinuó que podría haber estado el origen de muchas creencias y cosmovisiones: "El chamanismo fue la primera religión, y el primer chamán fue un humano temerario que comió hongos venenosos, vio visiones y contó a los demás lo que vio".

En la Grecia clásica, Heródoto de Halicarnaso, calificado como el padre de la historia, escribió lo siguiente en el siglo V a.C. sobre lo que podría considerarse como uno de los primeros reportes del uso recreativo de la marihuana.

"Del mencionado cáñamo toman, pues, la semilla los escitas impuros y contaminados por algún entierro, echándola a puñados encima de las piedras penetradas del fuego, y metidos ellos allá dentro de su estufa. La semilla echada va levantando tal sahumerio y despidiendo de sí tanto vapor, que no hay estufa alguna entre los griegos que en esto le exceda. Entretanto, los escitas gritan de placer como si se bañasen en agua rosada y esta función les sirve de baño, pues jamás acostumbran bañarse".

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En China el té se preparaba hacia el 100 a. C. y se cree que el descubrimiento del azúcar ocurrió en el norte de la India en algún momento después del siglo I d. C. Y dice la leyenda que un pastor llamado Kaldi descubrió el café en Etiopía en el siglo IX, al observar que sus cabras lucían enérgicas y más activas tras comer los frutos de esa planta. 

En el otro lado del mundo, en lo que hoy llamamos América, existe evidencia de que hace más de 1.000 años se utilizaba la ayahuasca o yagé que es una bebida originaria utilizada por pueblos indígenas de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela.

¿Pero qué tienen en común estas plantas o sus derivados? Todas alteran la química del cerebro.

La necesidad de alterar la realidad

¿Y por qué los humanos buscan cambiar la química de su cerebro aumentando su estado de alerta y mejorando su motivación como ocurre con el café, el té o la cocaína? o ¿ralentizar el sistema nervioso central como sucede con el alcohol y los opiáceos? ¿Cuáles son las razones para alterar la realidad como acontece con los psicodélicos? o ¿producir dopamina, que genera una sensación de placer, consumiendo azúcar?

Durante siglos el frio, el exceso de calor, la falta de alimento, la simple curiosidad humana o los fines sociales, medicinales e incluso recreativos podrían haber llevado al inicio de algún tipo de experimentación con plantas o sus extractos.

Es evidente, de acuerdo con excavaciones arqueológicas o pinturas rupestres como las encontradas  en cuevas de Australia, Francia, España o en el Parque Natural de Chiribiquete en el departamento de Guaviare en Colombia, que en aquellas épocas tal vez los contratiempos, los riesgos, las existencias expuestas a la naturaleza, a otras tribus, clanes o grupos rivales en búsqueda de sustento o sobrevivencia hacían que la vida, tal vez, fuera poco aburrida o monótona, como hoy aún se puede evidenciar en pueblos originarios que aún sobreviven.

Eventualmente el consumo de sustancias no habría estado asociado a una necesidad de escapar de la realidad porque la misma realidad era de por sí inesperada o sorprendente.

Como demuestran las investigaciones de historiadores y antropólogos en todo el mundo, la ingesta de estas sustancias derivadas de plantas pudo haber tenido más relación con ceremonias comunitarias o rituales sagrados.

En esos encuentros se facilitaba el acceso a estados de conciencia alterados para conectar con lo divino y experimentar dimensiones espirituales de la existencia o sanar enfermedades físicas o emocionales a través de potajes o plantas con efectos que podrían haber estado en una escala entre sedantes y analgésicos o estimulantes y alucinógenos.

También en algunos casos se utilizaban para reducir el hambre, mejorar la digestión o mitigar los efectos de lugares con niveles bajos de oxígeno como en los andes de Suramérica.

A diferencia del consumo moderno individual, en pueblos ancestrales el uso de las sustancias también reforzaba la identidad y cohesión social y era conducido por chamanes o líderes rituales que eran quienes regulaban y guiaban el uso de estas sustancias. Es decir que existían códigos culturales que impedían el abuso.

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Bajo estas prácticas, es poco probable que hubiera habido restricciones o prohibiciones que paradójicamente podrían haber logrado el efecto contrario: despertar la curiosidad.

Sustancias y efectos 

En la vida moderna las sustancias estupefacientes son mercancías asociadas, en algunos casos, con la necesidad de recompensas inmediatas en ambientes que exaltan la productividad, la ganancia y el éxito.

Esos consumos incluso han sido llevados al cine con enfoques seductores y glamurosos en películas como American Pshyco o El lobo de Wall Street y series como Breaking Bad.

Sin embargo, esas consignas de continua y creciente productividad también pueden conducir a estados de insatisfacción y agobio permanentes bien plasmados en canciones como I Can't Get No de los Rolling Stones.

En ese contexto es abundante la literatura que indica que el consumo, pero sobre todo el abuso, de sustancias puede estar asociado a la búsqueda de alivio de trastornos mentales no tratados como la depresión o la ansiedad, estrés crónico, vacío existencial o incluso la soledad.

Además, en sociedades que exaltan el individualismo, el logro incesante de metas y la felicidad asociada a la posesión de mercancías o de objetos materiales, prevalecen factores socioeconómicos que fomentan la desigualdad, la exclusión y precariedad, causas que pueden empujar también al consumo de alguna sustancia.

Pero no solo de estupefacientes o drogas prohibidas. También de medicamentos formulados por psiquiatras como los antidepresivos, los ansiolíticos-hipnóticos, los antipsicóticos y los estabilizantes del estado del ánimo.

Un ejemplo claro de esta situación está ilustrado en la serie Medicina Letal de Netflix que da cuenta de la gran fortuna que hizo una empresa farmacéutica en Estados Unidos con la comercialización de opioides.

Sin embargo, los perjuicios también pueden ser ocasionados por el abuso de sustancias legales que cambian la química del cerebro como el azúcar, el café, el alcohol cuyos efectos nocivos, igualmente, son bien conocidos: obesidad, hipertensión, taquicardia o deterioros cognitivos.

Habría que convenir que el consumo problemático de cualquier tipo de sustancia legal o ilegal está en el abuso o en el uso desmedido o excesivo y en el contexto en el que se consume.

Es decir que en la dosis y la frecuencia del consumo está el veneno. La morfina o la marihuana en entornos adecuados, con la regulación del Estado y en las dosis apropiadas o prescritas por un profesional de salud, contribuyen a la mitigación del dolor en pacientes crónicos o en estado terminal.

Legalización de la venta de marihuana 

En Colombia está permitido el consumo y el porte de cannabis, sembrar hasta 20 plantas de la hierba para uso personal, pero está prohibida la venta o comercialización de la hierba. Esa prohibición pone en manos de los narcotraficantes ese eslabón de la cadena productiva lo que se traduce en un incentivo para el conflicto armado que desangra a varias regiones del país y estimula el contrabando, el lavado de activos y la "cultura traqueta" propia de estas organizaciones. 

Por el contrario, legalizar este enlace del mercado de la marihuana, para su uso en adultos, podría traducirse en recursos, vía impuestos, para salud y educación, como ha ocurrido en países como Estados Unidos y Uruguay. Además, en esas naciones tampoco se evidencian variaciones sustanciales en el número de consumidores.

Asimismo, eliminaría el intermediario mafioso que tantos perjuicios ocasiona a nuestro país y reduciría los precios de producción y venta que es de donde sacan su rentabilidad los narcotraficantes.

Y en las naciones donde se ha reglamentado la venta de marihuana se han reducido los riesgos, por ejemplo, de utilizar plantas modificadas genéticamente que podrían tener un elevado componente de tetrahidrocannabinol (THC) potencialmente riesgoso sí excede las dosis recomendadas para la edad, peso o las particularidades propias del organismo de una persona, como también puede ocurrir con un consumo inadecuado o desmedido de pastillas para dormir o algún fármaco para la depresión.

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Guardando las proporciones la legalización de la venta de marihuana podría llevar a lo que ocurrió en Estados Unidos cuando se reglamentó el consumo de alcohol en 1933 lo que terminó con las mafias que encabezaban delincuentes como Lucky Luciano y Al Capone que hoy solo sobreviven como personajes de películas. Es claro que las políticas prohibicionistas hacen más daño, que las sustancias prohibidas. La violencia que produce la proscripción genera más muertes que el mismo consumo.

En varios países se ha legalizado el expendio de cannabis en determinadas circunstancias. / AFP
En varios países se ha legalizado el expendio de cannabis en determinadas circunstancias. / AFP

Los "argumentos" de la prohibición

Uno de los enfoques peregrinos de la agenda confesional puritana para atacar la eventual aprobación de una reforma en el Congreso que permita la venta, por ejemplo, para uso recreativo de la marihuana es que esa hierba es la puerta de entrada al consumo de otras sustancias. O que podría incrementar el consumo en niños, cuando precisamente lo que se busca es regular y acotar la venta y consumo a adultos como sucede con el alcohol y el tabaco.

Pero en gracia de discusión: ¿no será el azúcar la sustancia que abre la puerta a consumos problemáticos o a adicciones posteriores? En Colombia la organización Red PaPaz advierte de los riesgos y consecuencias de suministrar alimentos cada vez más presentes en el mercado con altos niveles de azúcares añadidos en bebes y niños entre los 12 y los 24 meses de edad.

La evidencia disponible en humanos muestra que el azúcar puede inducir a un ansia por ingerir esa sustancia y luego cuando ya se consume a una recompensa similar a la que ofrecen las drogas adictivas.

Y qué decir del uso de pantallas y dispositivos móviles a tempranas edades en niños. Países como Australia, Francia, China o Nueva Zelanda han restringido el uso de celulares en escuelas ante los efectos y retrasos que ocasionan en los procesos de aprendizaje. Y aunque las investigaciones están en ciernes, o en desarrollo, expertos advierten sobre la dependencia y falta de control que afecta a algunos usuarios de teléfonos móviles con efectos muy parecidos a los que sufren los adictos a sustancias ilegales.

La ciencia ha venido cuestionando el uso excesivo de pantallas y sus consecuentes comportamientos adictivos. / AFP
La ciencia ha venido cuestionando cómo el uso excesivo de las pantallas generan comportamientos adictivos. /AFP.

¿Alguna vez usted ha sufrido algún tipo de ansiedad si no tiene celular cerca? ¿Cuántas veces lo desbloquea en un día? ¿Podría vivir sin celular un día completo o podría sufrir inquietud si no tiene las recompensas inmediatas que le otorga el dispositivo inundando su cerebro de dopamina? Si sus respuestas dan cuenta de que permanece mucho tiempo usando dispositivos y siente desasosiego cuando no los tiene en sus manos ¿no podrían ser sus síntomas parecidos al síndrome de abstinencia que siente un adicto cuando deja de consumir algún estupefaciente?

Y qué decir de los videojuegos: ¿cuánto tiempo puede permanecer un niño o incluso un adulto sentado jugando frente a una pantalla con una consola?

Realidad vs opinión de la realidad

Y sigamos con las preguntas: ¿Usted podría soportar un día de trabajo sin tomar un solo café o sin ir a máquina dispensadora de snacks?

Entonces será posible o probable que en la actualidad el consumo de sustancias o el uso desmedido de dispositivos tenga que ver con algún tipo de deseo de evadir o escapar de la realidad, aunque sea temporalmente.

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El consumo de las sustancias legales o ilegales no cambia la realidad. Tal vez solo la opinión que tenemos de ella. Por eso no es coincidencia que al licor en la sabiduría popular colombiana se le conozca como "el embellecedor". 

Sería mejor entonces cambiar la realidad, pero como coinciden teóricos alrededor del mundo es probable que primero se acabe el planeta que el sistema actual. Deberíamos más bien preguntarnos por qué tanta gente en la actualidad abusa de sustancias legales o ilegales o dispositivos móviles.

Y tal vez el filósofo español Fernando Savater nos acerca a la respuesta con la siguiente afirmación: "Los vicios se siembran en las costumbres, no en los campos".

¿Y usted como cambia la química de su cerebro? ¿Cómo cambia su experiencia del mundo, su opinión sobre la realidad o cómo escapa de ella? ¿cómo adquirió sus costumbres? Y finalmente: ¿cuánto tiempo pasa al día en este dispositivo en el que me está leyendo?