El 20 de abril de 2025, el mundo perdió a una de las figuras más influyentes y disruptivas de la Iglesia católica en el siglo XXI. Jorge Mario Bergoglio, conocido universalmente como el papa Francisco, murió a los 88 años en la residencia de Santa Marta, en el Vaticano, el lugar que escogió habitar desde el inicio de su pontificado, rechazando el tradicional Palacio Apostólico.
Nacido en Argentina en 1936, en una familia de migrantes italianos, hizo su vida en medio de un país convulso, que lo llevó a abandonar su carrera de ingeniería química para dedicarse al sacerdocio. Sobrevivió a la dictadura militar y, a pesar de los cuestionamientos a su papel en ese momento histórico, algunos testimonios lo vinculan con haber ayudado a perseguidos a huir de los militares que los perseguían. Su partida marca el cierre de una era en la que el papado volvió a la calle, a las periferias, al sur del mundo.
Francisco no fue un papa más. Fue el primer pontífice jesuita, el primero en provenir de América Latina, el primero en adoptar el nombre de Francisco —en honor a san Francisco de Asís, símbolo de humildad, pobreza y compromiso con los marginados— y el primero en romper con siglos de formalismos y estructuras centralizadas. Su elección, el 13 de marzo de 2013, llegó tras la histórica renuncia de Benedicto XVI, en un cónclave que buscaba no solo a un líder espiritual, sino a un reformador con autoridad moral capaz de enfrentar las crisis internas de la Iglesia.
“Los cardenales fueron a buscarme al fin del mundo”, dijo aquella tarde en el balcón de la basílica de San Pedro, apenas elegido. Y con esa frase comenzó un pontificado profundamente simbólico: el de un papa que no vino de Europa, sino del sur global, donde viven hoy más de la mitad de los católicos del planeta.
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Un papa en tiempos de tormenta
El contexto que recibió Francisco era de tormenta interna: abusos sexuales encubiertos durante décadas, corrupción financiera en el Banco Vaticano, pérdida de credibilidad institucional, tensiones doctrinales entre sectores progresistas y conservadores. A esto se sumaban las crisis globales: migraciones masivas, crisis climática, desigualdad, guerras y una profunda desafección hacia las religiones tradicionales.
Francisco respondió con un estilo pastoral y frontal. Rechazó el papamóvil blindado, vivió en una pequeña habitación con baño y escritorio, y comía en el comedor común del Vaticano. Desde el primer día, prefirió los gestos cotidianos al boato pontificio. No hablaba desde el trono, sino desde el dolor humano.
Desde Roma, pero con la mirada en Buenos Aires, Nairobi, Manila o Gaza, hizo de su papado una plataforma global contra la exclusión. Se enfrentó al capitalismo salvaje, denunció la “cultura del descarte”, criticó la especulación financiera, y exigió a los líderes del mundo pensar en los pobres y en el planeta.

Reformas internas: la Iglesia ante el espejo
A nivel interno, su legado reformista se expresó en múltiples dimensiones. Remodeló el funcionamiento del Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como el Banco Vaticano, exigiendo controles financieros, cerrando cuentas oscuras y colaborando con la justicia italiana.
En materia de abusos sexuales, removió a cardenales y obispos acusados, como Theodore McCarrick en EE. UU. o Francisco Javier Errázuriz en Chile, y estableció nuevas normativas para denunciar y prevenir estos crímenes. Sin embargo, fue blanco de críticas por demoras en algunas decisiones, como en el caso del obispo Juan Barros en Chile, o por no haber hecho públicos algunos expedientes históricos.
Impulsó el papel de las mujeres dentro del Vaticano, designando por primera vez mujeres laicas en altos cargos de decisión, como la subsecretaria del Sínodo de los Obispos. Aunque no avaló el sacerdocio femenino, dejó la puerta abierta al diaconado femenino y pidió una reflexión teológica sobre el rol de la mujer en la Iglesia.
Acompañó el sínodo amazónico, habló de ecología integral, y defendió a los pueblos indígenas como guardianes del planeta. Su papado fue, también, una denuncia permanente contra el neocolonialismo, el extractivismo y las formas modernas de esclavitud.
La doctrina de la compasión y el medio ambiente
En temas doctrinales, Francisco apostó por una Iglesia menos rígida y más misericordiosa. Abrió espacios de inclusión para los divorciados vueltos a casar, reconoció públicamente a las personas homosexuales —“¿Quién soy yo para juzgar?”— y pidió acoger a todos en la comunidad eclesial.
Sus encíclicas marcaron un cambio de paradigma:
- Evangelii Gaudium (2013), un llamado a la renovación misionera.
- Laudato Si’ (2015), una crítica demoledora al modelo económico global y una defensa del medio ambiente como mandato cristiano
- Fratelli Tutti (2020), una propuesta de fraternidad universal en tiempos de muros, xenofobia y violencia.
Francisco no se apartó de la doctrina tradicional, pero la leyó con ojos nuevos. Para él, la verdad no era un código penal, sino una experiencia de encuentro con el otro, especialmente con quien sufre.
Política, diplomacia y coraje
Francisco fue un líder religioso, pero también una figura geopolítica de primer orden. Intervino activamente en conflictos como el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, participó en negociaciones de paz en Colombia, y fue una de las pocas voces que se atrevió a llamar al mundo a frenar el genocidio en Gaza.
Condenó la guerra en Ucrania, denunció el armamentismo y llamó a un desarme total. En 2019 firmó con el gran imán de Al-Azhar el Documento sobre la Fraternidad Humana, y visitó Irak, Sudán del Sur y Mongolia, siempre llevando un mensaje de diálogo, convivencia y respeto entre religiones.
En América, fue fundamental en el respaldo al proceso de paz con las FARC en Colombia, además de contribuir a los acercamientos entre Cuba y Estaos Unidos. Buscó soluciones pacíficas al conflicto político venezolano y defendió la paz en los conflictos más importantes del mundo en su momento como la guerra en Ucrania y el Medio Oriente. También calificó como una "verguenza" la idea de Dondal Trump de construir un muro para separar a su país de México.
Su relación con Palestina fue cercana y constante. En 2015 reconoció oficialmente al Estado palestino, y mantuvo una amistad personal con Mahmud Abás, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, quien tras su muerte afirmó:
“Francisco fue un amigo del pueblo palestino, un defensor incansable de la justicia y la paz en Tierra Santa”.
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El mundo lo despide
La noticia de su fallecimiento provocó una conmoción global. En París, la Torre Eiffel se iluminó de blanco y dorado en su honor. En la catedral de Notre-Dame, aún en restauración, se celebró una misa solemne con líderes de distintas confesiones. En Buenos Aires, miles de personas se congregaron en la Plaza de Mayo para recordarlo como “el papa de los pobres”.
Las reacciones de los líderes del mundo llegaron de inmediato:
El presidente estadounidense Donald escribió en la red social Truth Social: "¡Descansa en paz, papa Francisco! ¡Que Dios lo bendiga a él y a todos quienes lo amaron!", escribió Trump.
El presidente ruso, Vladimir Putin, lo describió como un "dirigente sabio" y un "defensor constante de los más altos valores del humanismo y la justicia":
"A lo largo de su pontificado, contribuyó activamente al desarrollo del diálogo entre las Iglesias ortodoxa rusa y católica romana, y a una interacción constructiva entre Rusia y la Santa Sede", agregó el mandatario en un mensaje de pésame publicado en la página web del Kremlin.
Emmanuel Macron: “El mundo pierde a una conciencia moral, a un faro en medio de la oscuridad”.
Luiz Inácio Lula da Silva: “Francisco fue la voz de los que no tienen voz. Un pastor que nunca se alejó del pueblo”.
António Guterres: “Con su muerte, el planeta pierde a un defensor de la dignidad humana, la paz y la justicia social”.
El gran imán de Al-Azhar: “Perdemos a un hermano, un socio en la construcción de un mundo más justo y fraterno”.
Últimos años, resistencia final
Durante los últimos años de su vida, Francisco enfrentó diversos problemas de salud que lo obligaron al uso constante de silla de ruedas. Pese a esto, continuó presidiendo misas, escribiendo cartas pastorales y recibiendo líderes mundiales. Nunca renunció. Mantuvo la dignidad del cargo hasta el final, resistiendo presiones internas y rumores.
En marzo de 2025, apenas un mes antes de su fallecimiento, celebró un consistorio en el que designó 17 nuevos cardenales, muchos de ellos provenientes de África, Asia y América Latina. Con ello dejó sembrada su visión de Iglesia: global, descentralizada, sinodal.
Su legado
Francisco no fue un reformista tibio ni un revolucionario total. Fue, ante todo, un pastor. Un hombre de oración, de calle, de barrio. Con gestos simples y palabras directas, reconectó a millones con una Iglesia que muchos habían dejado atrás. Su legado trasciende la institución que dirigió: está en las comunidades que puso en el centro, en los migrantes que abrazó, en los jóvenes que volvieron a escucharlo.
No canonizó santos medievales: canonizó a Óscar Romero, a Charles de Foucauld, a mujeres perseguidas por su fe. No acumuló poder: lo descentralizó. No escondió los pecados de la Iglesia: los expuso al sol. En tiempos de cinismo y polarización, su voz fue una brújula ética para creyentes y no creyentes.
Frente a la población LGTBIQ+, marcó una postura abierta que le representó una fuerte oposición por parte de algunos sectores de la iglesia y, a pesar de rechazar la interrupción voluntaria del embarazo institucionalmente, otorgó a los sacerdotes la potestad de perdonar casos de aborto entre los fieles.
Las frases que el mundo recordará
- “¿Quién soy yo para juzgar?”
- “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por encerrarse y aferrarse a sus propias seguridades”.
- “El que construye muros y no puentes no es cristiano”.
- “La justicia social no se paga con limosna, se paga con lucha, con respeto”.
- “Este sistema ya no se aguanta, hay que cambiarlo”.
- “Estamos viviendo la tercera guerra mundial a pedacitos”.
- “El clericalismo es una perversión de la Iglesia”.
- “No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida”.
- “Hay que acompañar a las personas, no condenarlas”.
- “¿Qué le pasó a ti, Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad?”
- “Hay un terrorismo de base que nace del control global del dinero”.
- “El capitalismo mata”.
Con frases así, Francisco fue más que el primer papa latinoamericano: fue un líder político y espiritual que se atrevió a nombrar lo que otros evitaban. Crítico con Trump, incómodo para Milei, incómodo también para la curia vaticana, para los conservadores y hasta para quienes esperaban cambios más radicales. Nunca dejó de ser Jorge Mario Bergoglio: un jesuita con conciencia de clase, mirada mundial y olfato de barrio.