Jennifer Chesser cuenta cómo es la vida entre las chimeneas de la compañía que emite más gases de efecto invernadero en EEUU.
Las chimeneas de la central eléctrica de carbón que más gases de efecto invernadero emite en Estados Unidos se elevan sobre el vecindario de Jennifer Chesser. Pero ella probablemente lucharía para evitar que las apagaran.
La central eléctrica llamada James H. Miller Jr. no enfrenta una amenaza de cierre inmediato y cuenta con el respaldo de muchos lugareños por ser una fuente de empleos, pese a que el año pasado lanzó al aire una cantidad de dióxido de carbono capaz de generar un calentamiento planetario similar al de 3,7 millones de automóviles.
"Es un arma de doble filo", dijo Chesser sobre esta central ubicada al noroeste de la ciudad más grande de Alabama, Birmingham. "Está dañando al planeta, pero al mismo tiempo nos ayuda porque es lo que nos permite ganarnos la vida. Así que estoy dividida".
El carbón es el negocio de la familia de esta hija de un minero de sexta generación. También su esposo trabaja en la industria, por lo que sentiría como un golpe contra ella misma cualquier medida contra el establecimiento Miller.
"No tenemos otras opciones", dijo a la AFP Chesser, una ama de casa de 46 años.
La dualidad que genera esta planta evidencia un problema clave para contrarrestar el cambio climático: incluso para quienes reconocen que está sucediendo, la amenaza puede verse eclipsada por las necesidades que apremian en el día a día.
Esa lucha en curso reunirá virtualmente a los líderes mundiales esta semana con el liderazgo de Washington, en un intento del presidente Joe Biden para impulsar un esfuerzo global tras la política contraria de su predecesor Donald Trump.
En la central de Miller, los autos de los trabajadores se alinean en el estacionamiento a lo largo de Locust Fork, afluente del río Black Warrior, donde el carbón llega en vagones de ferrocarril y un humo blanco de apariencia engañosamente inocua se vierte en el aire día y noche.
"Guerra al carbón"
El camino que pasa por las instalaciones conduce a un grupo de casas, una de ellas deteriorada y abandonada, con vistas a las chimeneas desde la ventana sucia de la cocina.
Esas chimeneas liberaron 18,8 millones de toneladas de dióxido de carbono en 2020, lo que convierte a Miller en la principal emisora entre las plantas de energía del país, según un informe de febrero del grupo ambiental
Environmental Integrity Project. Ha sido una de las principales fuentes de gases de efecto invernadero durante años.
Alabama Power, que opera Miller, rechazó una solicitud de entrevista de AFP, pero envió un comunicado por correo electrónico diciendo que la planta es "eficiente" y produce más electricidad que cualquier otra planta de carbón en Estados Unidos.
La compañía ha "logrado reducciones significativas de carbono -47% en toda nuestra flota de generación entre 2007-2020- y espera reducir las emisiones de carbono aún más con el tiempo", señaló.
Aunque Estados Unidos sigue siendo el segundo mayor productor mundial de dióxido de carbono detrás de China, las cosas están cambiando en tanto disminuye la dependencia del país de la energía del carbón.
La cantidad de electricidad producida con carbón en 2019 alcanzó su nivel más bajo en 42 años, a medida que se incrementó la producción de gas natural y energía eólica, según la Administración de Información Energética de Estados Unidos.
Incluso cuando Trump prometió poner fin a lo que llamó la "guerra contra el carbón" con dinero del gobierno y recortó las regulaciones durante su presidencia, el ritmo de reducción de la capacidad fue más rápido que bajo la administración de Barack Obama, más centrada en el medio ambiente.
Biden ya ha enviado señales claras de su intención de alejar aún más a Estados Unidos del uso de combustibles fósiles. "Necesitamos ser audaces. Permítanme ser claro: eso incluye ayudar a revitalizar las economías de las comunidades de plantas de carbón, petróleo y gas y electricidad", dijo una semana después de asumir el cargo en enero.
"Nunca olvidaremos a los hombres y mujeres que extrajeron el carbón y construyeron la nación".
Dependencia laboral
"Cuando construyeron esta planta, hicieron correr la voz de que traería crecimiento a nuestra zona", dijo David Brasfield, de 73 años, quien trabajó cuatro décadas en el negocio del carbón.
"Fue al revés. La escuela cerró a principios de la década de 1990 y desde entonces la comunidad está muriendo más", dijo. Sin embargo, agregó que no quiere que la central cierre por ser fuente de trabajo.
La falta de una oposición activa no debe confundirse con apoyo, dijo sin embargo Nelson Brooke, portavoz del grupo ambientalista Black Warrior Riverkeeper.
"Siendo el segundo empleador más grande del estado, Alabama Power tiene una gran influencia en muchos hogares y eso hace que a la gente le resulte incómodo hablar en su contra", dijo Brooke.
Patricia Hallmark, quien trabajó en la limpieza de la planta durante años, cree que es un empleo sucio y peligroso. La cerraría mañana.
"Es malo para el medio ambiente, es malo para las personas que trabajan en el lugar", dijo Hallmark, de 60 años, que todavía vive a una milla de las instalaciones.
"No vale la pena (perder) tu vida por eso".