En las últimas semanas, el magnate Elon Musk ha acaparado titulares internacionales no solo por sus empresas tecnológicas, sino también por su incursión en la política de países europeos. Líderes como el presidente francés Emmanuel Macron, el primer ministro británico Keir Starmer y el canciller alemán Olaf Scholz han expresado su preocupación por la influencia desestabilizadora que Musk ejerce en las democracias liberales, un fenómeno que, aseguran, podría socavar la estabilidad política de sus naciones.
Un magnate y una agenda ultraderechista
El dueño de X, Tesla y SpaceX ha sido señalado por apoyar abiertamente a partidos ultraderechistas, como Alternativa para Alemania (AfD), liderado por Alice Weidel. Musk no solo ha elogiado al partido, al que describe como la única alternativa viable para "salvar a Alemania", sino que ha lanzado ataques verbales contra líderes democráticos europeos. Entre ellos, calificó al canciller Olaf Scholz de “tonto” y al presidente alemán Frank-Walter Steinmeier de “tirano antidemocrático”.
Este tipo de declaraciones han generado alarma, especialmente a pocas semanas de las elecciones generales en Alemania. La Comisión Europea anunció que examinará si las acciones de Musk violan la Ley de Servicios Digitales, la cual establece límites en el uso de plataformas digitales para influir en procesos democráticos.
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Una “internacional reaccionaria” en marcha
El presidente francés, Emmanuel Macron, ha sido uno de los críticos más severos de Musk, acusándolo de promover lo que llama una "internacional reaccionaria". Según Macron, esta alianza global de intereses ultraconservadores y financieros busca debilitar las democracias liberales, aprovechándose de la insatisfacción de la clase media.
En un discurso reciente, Macron expresó: "Hace una década, nadie habría imaginado que el dueño de una de las redes sociales más grandes del mundo intervendría directamente en elecciones, incluso en Alemania". El presidente también subrayó el peligro que representan las grandes corporaciones tecnológicas cuando exceden los límites de sus responsabilidades, utilizando su poder para influir en los sistemas democráticos.
Mentiras y desinformación
En Reino Unido, el primer ministro laborista Keir Starmer también ha enfrentado ataques directos de Musk. En publicaciones en X, el magnate acusó a Starmer de ser cómplice en un caso de explotación sexual masiva ocurrido entre 1997 y 2013, cuando Starmer dirigía la Fiscalía General del Estado. Musk afirmó, sin pruebas, que Starmer “vendió a esas niñas a cambio de votos” y lo calificó de “despreciable”.
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Starmer respondió categóricamente, denunciando que estas acusaciones son un intento de "propagar mentiras y desinformación" para intimidar a políticos y erosionar la confianza pública. Además, aseguró que este tipo de narrativas contribuyen a un "veneno de extrema derecha" que busca polarizar a las sociedades democráticas.
Una estrategia de caos
Líderes como el primer ministro noruego, Jonas Gahr Støre, también han señalado la peligrosa combinación de poder económico y control sobre las redes sociales que Musk utiliza para intervenir en asuntos internos de otros países. "No es así como deberían comportarse las democracias y sus aliados", afirmó Støre, quien teme que estas acciones solo busquen generar caos y socavar la estabilidad política.
El líder del Partido Liberal de Alemania, Christian Lindner, coincidió en esta visión, acusando a Musk de intentar "debilitar Alemania" al apoyar a la ultraderecha. Lindner describió estas intervenciones como un esfuerzo deliberado para sembrar desconfianza y división, una estrategia que calificó de "alarmante".
Democracia en riesgo
Desde su implicación activa en la campaña de Donald Trump, Musk ha adoptado un papel más visible como aliado de movimientos ultraderechistas en Europa, lo que ha puesto en aprietos a varios líderes democráticos. Su capacidad para amplificar narrativas divisorias a través de X y su disposición a interferir en procesos electorales han cruzado líneas éticas que los gobiernos europeos consideran inaceptables.
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El desafío ahora recae en las instituciones democráticas, que deberán reforzar sus mecanismos de protección frente a actores que, como Musk, utilizan su poder económico y mediático para socavar la cohesión social y los principios democráticos. Como afirmó el canciller Scholz, “la calma y la firmeza serán esenciales para afrontar este desafío”, pero queda claro que el papel del multimillonario plantea interrogantes fundamentales sobre el futuro de la democracia global.
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