Los indicadores municipales de pobreza, desempleo y desigualdad alcanzaron en 2020 los niveles más altos de los últimos años, según documentó ayer el programa Medellín Cómo Vamos en su último Informe de Calidad de Vida.
En medio de un panorama marcado por la crisis económica que desató la pandemia, la transformación gradual de la pirámide demográfica y problemas estructurales en materia de políticas públicas, ese programa levantó un diagnóstico de los retos económicos y sociales de la ciudad.
Durante la presentación del informe, realizado ayer de forma virtual, Luis Fernando Agudelo Henao, director de Medellín Cómo Vamos, explicó que el documento se dividió en al menos cinco componentes: ejes transversales, activos de las personas, hábitat urbano, gobierno y enfoque de género.
“Hay unos retos que se profundizaron con la pandemia en 2020, pero también hay unos retos estructurales que ya la ciudad tenía”, señaló Agudelo Henao.
La pobreza se recrudece
Tal como lo reveló el Dane en abril, frente a los impactos de la pandemia, uno de los indicadores que
destacó el informe fue el aumento de la pobreza monetaria en el Valle de Aburrá, que pasó de 24,4 % en 2019 a 32,9 % en 2020, una cifra que equivale a que 334.415 personas cayeron en esa condición en 2020.
Así mismo, en cuanto a la pobreza monetaria extrema, el informe alertó sobre un incremento del
3,7 % al 9,1 % entre 2019 y 2020.
En cuanto al comportamiento de la desigualdad, el programa advirtió que otro indicador deteriorado fue el coeficiente GINI, que mide en una escala de entre 0 y 1 la distribución de los ingresos (siendo 0 una distribución perfecta y 1 una concentración absoluta).
Con base en la información del Dane, el informe mostró que ese coeficiente alcanzó en 2020 un valor de 5,2, lo que representa un retroceso de seis años (el más alto había sido en 2014 con 5,26).
“En pobreza las noticias de 2020 no fueron buenas”, dijo Agudelo Heno, explicando que ese comportamiento se asoció directamente a la pérdida de empleo y
la disminución de ingresos que registró la ciudad.
Frente al desempeño del mercado laboral, además de registrar un repunte histórico en la tasa de desempleo (que solo en el área urbana de Medellín subió 6,4 puntos porcentuales en el último año),
el informe alertó que la mano de obra inactiva se concentró principalmente en los jóvenes y mujeres (Ver Paréntesis).
En el caso de los jóvenes entre los 18 y los 28 años del área urbana de Medellín,
la tasa de desempleo subió 8,9 puntos porcentuales entre 2019 y 2020. Además, dentro de ese mismo periodo, el número de jóvenes denominados Nini (que no estudiaban, ni trabajaban) fue aproximadamente de 245.400.
En sintonía con lo planteado por el informe, Jesús Botero García, director del grupo de coyuntura económica de la Universidad Eafit, planteó que la pandemia es uno de los factores centrales que explican el veloz incremento del desempleo y la pobreza.
“En general lo que puede percibirse es que
la ciudad fue muy golpeada por el desempleo. Eso elevó los niveles de pobreza. El impacto que ha tenido el covid se concentra mucho en ciudades grandes, no solo por las restricciones y la desaceleración de la economía, sino por causas estructurales”, dijo el economista.
Los cambios de fondo
A nivel estructural, uno de los ejes desarrollados por el informe fue la variación de la pirámide poblacional en la ciudad durante las últimas dos décadas, en la que los niños y jóvenes son cada vez menos en comparación con los adultos.
Por ejemplo, en cuanto a la tasa de natalidad, el documento resaltó que pasó de 1,9 hijos nacidos vivos por cada mujer en 2004 a 1,4 hijos en 2019.
De igual forma, mientras en 2005 la primera infancia (entre 0 y 5 años) representaba el 7,3 % de la población,
en 2020 pasó a representar el 5,9 % y se proyecta que en 2026 representará el 5,3 %.
“Medellín tiene más familias en las que hay una persona mayor de 50 o 60 años. Tenemos una combinación de disminución de la natalidad, aumento de las coberturas de salud y mejora de las condiciones de salubridad”, dijo Agudelo Henao.
Piedad Urdinola Contreras, economista y doctora en demografía de la Universidad de California en Berkeley, planteó que la fotografía de Medellín es similar a la que muestran las principales ciudades del país, en donde son muy pocos los niños que están naciendo y se empiezan a engrosar las edades productivas; es decir, entre los 20 y los 60 años.
“Eso es bueno y es malo”, explicó la académica, señalando que la forma en cómo la ciudad utilice ese bono demográfico incidirá directamente en la calidad de vida de cara a los próximos años.
“Es bueno porque quiere decir que nos estamos envejeciendo. Eso antes no pasaba, las personas se morían en promedio a una edad menor.
Pero es un fenómeno que trae costos si no nos preparamos”, agregó Urdinola.
Según la experta, al igual que en el resto del país, los esfuerzos de Medellín durante los próximos años
deberán centrarse en que esa población en edad productiva pueda insertarse en el mercado laboral y en el sistema de seguridad social.
“La forma de preparamos es poner a toda esta gente a trabajar, pero en el sector formal. En la medida en que tengamos gente joven, que hoy es la población mayoritaria, aportando al sistema de seguridad social,
eso nos preparará para dentro de 10 o 15 años, cuando la población de adultos mayores empiece a crecer”, explicó la investigadora.
En el marco de esa estructura demográfica, otro de los hallazgos resaltados por el informe fue el papel que viene cumpliendo la población migrante en la dinamización de la economía municipal.
Según reveló el documento, con base en los datos de Migración Colombia, de los 157.163 ciudadanos venezolanos registrados en Antioquia,
Medellín concentraba 89.197.
Aunque de acuerdo con las proyecciones nacionales este flujo migratorio podría traducirse en un crecimiento del
Producto Interno Bruto de hasta el 0,3 % en 2022, en el caso de Medellín tan solo 45.157 de los migrantes estaban afiliados al sistema de seguridad social.
Según planteó el director Agudelo Henao, estos datos muestran la necesidad de que las políticas públicas locales, en términos de empleo, atención social y ordenamiento territorial, se adapten al nuevo contexto demográfico.
Por su parte, Urdinola Contreras, planteó que al igual que con la población en edad productiva, el reto en materia de políticas de ciudad será el de
insertar a la población migrante en la formalidad.
Botero García propuso que en materia de empleo la ciudad deberá plantearse acciones en el corto y en el largo plazo. En el corto, para crear empleo de choque que dinamice la economía. Y en el largo, para que la mano de obra que se quedó por fuera del mercado pueda adaptase a los cambios que ocurrieron.
Finalmente,
Agudelo Henao planteó que la recuperación del empleo, y la reducción de la pobreza será una tarea en la que todos los actores locales deberán confluir.
El aumento del desempleo y la desigualdad, sumado a los cambios demográficos que experimenta la ciudad, demandarán acciones de fondo, según explicaron los expertos.
Colprensa.